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Me contaron la misma historia tantas veces que hasta les creí. Creí en las películas, en los consejos y hasta en el bueno de mi abuelo que decía que todo se puede conseguir. Pero esta vez todos se equivocaban. Aun viviendo en la misma ciudad nunca había conocido a nadie que viviera en un universo tan distante del mío.

Me di cuenta que cualquier verbo es arte para quien lo mira con un alma subjetiva. También me fijé en que sufro breves dislexias entre me gusta estar contigo y te odio por no tenerte.

 

Y hasta me di cuenta que lo más difícil es afrontar que no sirve de nada que estés en frente, si los ojos que observan se empeñan en pestañear, porque no eres ese del que no quieren perderse nada. Porque no eres aquel que estuvo en el momento preciso, porque no eres ese que la hizo llorar encogida, porque no eres aquel que tuvo la suerte de cruzarse en su camino el día en el que sus ojos miraban de manera distinta.

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