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Últimamente me he notado repetitivo y monótono. He intentado confesar entre imágenes y palabras mis rincones ocultos que nadie debería conocer, y he sabido que mi suerte siempre ha sido la existencia de la fotografía, aunque ella no sea capaz de devolverme el favor beneficiándome en las imágenes que aparezco.

Y es de la suerte de la que estamos presos aunque no lo creamos. Gran parte de la gente piensa que la vida está predestinada, que todo ocurre por algo y que la suerte, por tanto, queda descartada a un ínfima posibilidad de que sea real. Seguramente mucha de esta gente tenga miedo de pensar que la vida es puro azar y que dentro de él, la suerte caerá a veces de tu lado y otras no.

Les atormenta pensar que gran parte de la vida no tiene un porque y que no depende de ellos, sino de algo inexplicable que no pueden controlar.

Comprendo a todas estas personas, el miedo me mantiene alerta por lo que nunca me he cansado de sentirlo. Entiendo los pensamientos de que todo ocurre por algo, pero el azar es el que mueve los hechos. Tal vez hayas conocido a alguien importante para ti, y puede ser que el destino lo haya puesto ahí por algún motivo, pero es la suerte la que convierte que ese momento sea el mejor, un desastre o que no vuelvas a ver a esa persona porque justo en ese período se va de viaje a la otra punta del mundo.

 

Hemos querido creer que nuestra historia será única y tantas veces se ha repetido que habría que empezar a cambiar. Ahora ya no podemos gritarnos desde lejos, no nos escuchamos porque llevamos a todas partes la música en nuestros oídos. Ya no existen miradas en silencio, porque en los momentos incómodos ocupamos nuestros ojos en observar la pantalla del móvil. Tendríamos que intentar cambiar, desmontar todo,  voltear nuestra suerte, porque siempre ha sido importante nuestro esfuerzo. Aunque hayamos perdido habrá otro momento para jugar, porque al fin y al cabo la vida es un juego, duro y a veces pesado, pero que sin ninguna duda merece la pena.

Nunca he considerado que tenga la razón, probablemente soy yo el que se equivoca porque el destino no me ha llevado donde yo quería, y deseo que la suerte sea mi insolente compañera.

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