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Una vez escuché que somos pequeños sueños esperando a ser realizados. Tal vez pude decírmelo yo misma en un sueño…

Queriendo difuminarme con las sombras a la caída del sol, caminé por aquella corrompida ciudad. Conseguí ver esbozos de mi misma entre los humos de las alcantarillas, el sonido del mar y el reflejo de los escaparates. Y sin quererlo pude verme aquejándome del sin fin de remiendos de mi lastimada alma. Así mismo,  descubrí que tal vez millones de silenciosas emociones estuvieran encerradas como yo entre los reflejos y el murmullo de la brisa.

Mi sombra desenfocada tal vez debía tornarse nítida, alzar la voz, pisar con fuerza. Reconocer que aquel y cualquiera sería mi momento. En el momento que el viento cambió de repente.

“No hables muy alto, no rompas el silencio”. Me dije. “Mécete con el viento, mézclate con los colores.”. Pensé. Sin pretenderlo mi sombra se perdió en la ciudad, como tantas noches había hecho. Para no escapar jamás.

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