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Irrumpen en aquel lugar creyéndose gigantes, cuando una acción los derrumba, una palabra los destruye y hasta el silencio puede quebrarlos.

En el hostal de las despedidas se olvidaron de decirles cuales eran las palabras perfectas. Su camarero, al señalar su mesa, les sonrió como si fuera el mettre de la ironía. Los menús no contenían los datos sobre el futuro inminente, ni las luces dilucidaban entre los angulosos contrates y la oscura sombra que se cernía sobre aquellos que creyéndose invencibles; fueron a detenerse bajo el techo más frágil.

En el hostal de las despedidas la desbordante energía que sobrepasó las cuatro dimensiones, emanó de la más espontánea sonrisa, de un fuego que se sacude al son de una voz de mujer, del alma de una mirada capaz de pulverizar destellos que ciegan.

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